Conocida popularmente desde el siglo XIX como Las Meninas, el cuadro fue titulado originalmente como La familia de Felipe IV y es, probablemente, la obra más importante del pintor español Diego Velázquez. Es una pintura realizada al óleo sobre un lienzo de grandes dimensiones, con las figuras representadas a tamaño natural. Aunque no tiene firma ni fecha, por fuentes indirectas se data en 1656. Se halla expuesta en el Museo del Prado de Madrid.
Es una de las obras pictóricas más analizadas y comentadas en el mundo del arte. El tema central es la infanta Margarita de Austria, aunque la pintura representa también otros personajes, incluido el propio Velázquez. El artista resolvió con gran habilidad todos los problemas de composición del espacio, la perspectiva y la luz, gracias al dominio que tenía del color y a la gran facilidad para caracterizar a los personajes.[1] Un espejo representado al fondo de la pintura refleja las imágenes del rey Felipe IV de España y su esposa Mariana de Austria, según unos historiadores, entrando a la sesión de pintura, y según otros, posando para ser retratados por Velázquez; en este caso serían la infanta Margarita y sus acompañantes los que venían de visita para ver la pintura de los reyes.[2]
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[editar] Contexto histórico y artístico
Velázquez pintó este cuadro en 1656, año perteneciente al reinado de Felipe IV, penúltimo monarca de la dinastía de los Austrias. Hacía más de diez años (1643) que había tenido lugar la caída del valido Conde-Duque de Olivares, y ocho años (1648) del final de la Guerra de los Treinta Años con el resultado de la Paz de Westfalia, cuyas consecuencias para España y el reinado de Felipe IV fueron una clara decadencia. En el año en que Velázquez pintó Las Meninas, el rey estaba ya muy envejecido y con evidentes signos de cansancio bien demostrados en la obra del mismo autor, Retrato de Felipe IV (entre 1656 y 1657). Fue en este año de 1657 cuando Inglaterra y Francia pactaron el reparto de las posesiones españolas en Flandes, comenzando un duro ataque contra la monarquía española, que terminó con la derrota de Dunkerque por parte de Felipe IV y la firma del Tratado de los Pirineos en 1659.
En cuanto al arte pictórico, Velázquez tuvo contacto en estos años cercanos a Las Meninas con Francisco Rizi, que en 1655 fue nombrado pintor del rey y en 1659 trabajó en la decoración del Salón de los Espejos del Alcázar junto con Carreño y bajo la supervisión de Velázquez. Juan Carreño de Miranda fue amigo y protegido de Velázquez aunque pertenecía a una generación más joven. Dos años después de terminado el lienzo de las Meninas, en 1658, se encontraban en Madrid junto con Velázquez los grandes pintores Zurbarán, Alonso Cano y Murillo. Zurbarán testificó y tomó parte activa en el proceso que finalmente permitió a Velázquez ingresar en la Orden de Santiago.
[editar] El título
Este lienzo figuraba en los inventarios del Real Alcázar de Madrid. En el de 1666 aparece con el título de El Cuadro de la Familia, que se recoge con el texto de:
Con el título de La familia de Felipe IV aparece en el inventario del año 1794.[4]
Más tarde, aparece catalogado en el Museo del Prado en 1843 por su director José de Madrazo, con el nombre de Las Meninas,[5] título que tuvo un gran éxito literario y que ha perdurado hasta nuestros días. Dicho título se le puso al cuadro en referencia a dos personajes que aparecen en él y apoyándose en la descripción que hace de la obra el pintor y escritor Antonio Palomino de Velasco (1653-1726) en su obra Museo pictórico. Cuenta el señor Palomino en esta obra que «dos damitas acompañan a la Infanta niña; son dos meninas». La palabra «menina» es de origen portugués y es el equivalente a «paje» en femenino. Llamaban así a las hijas de personajes de la nobleza que entraban en Palacio como doncellas de honor de las Infantas y las acompañaban en su séquito a todas horas. Sólo recibían este apelativo hasta que les llegaba el momento de la puesta de largo; así pues, eran siempre damas muy jóvenes.[6]
Otros títulos que aparecen en los inventarios son: La Sra. emperatriz Infanta de España con sus damas y criados y una enana donde se retrató el pintor a sí mismo pintando (por referencia a la Infanta Margarita, futura emperatriz de Austria) y La Infanta María Teresa (siendo tal referencia equivocada) en el año 1747, donde se tasa por un valor de 25.000 doblones.[7]
[editar] Historia del cuadro
Antonio Palomino escribió una biografía muy extensa y llena de pormenores del pintor Velázquez. Muchos de los datos los obtuvo de lo que le iba contando Juan de Alfaro, un pintor que había sido discípulo de Velázquez en los últimos años de su vida. Siguiendo la lectura de dicha biografía, en el tercer volumen intitulado El parnaso español pintoresco laureado, se pueden saber algunas circunstancias del cuadro.
La pintura se terminó en 1656, fecha que encaja con la edad que aparenta la infanta Margarita (unos cinco años). Felipe IV y la reina Mariana solían entrar con frecuencia en el taller del pintor, conversaban con él y a veces se quedaban bastante tiempo viéndole trabajar, sin protocolo alguno. Esto era algo muy repetido en la vida normal de Palacio y Velázquez estaba acostumbrado a estas visitas. El lugar donde trabajaba Velázquez era una sala amplia del piso bajo del antiguo Alcázar de Madrid que había sido el aposento del príncipe Baltasar Carlos, muerto en 1646, diez años antes de la fecha de Las Meninas. Cuando el príncipe murió, reutilizaron esta estancia como taller del pintor. Es precisamente este lugar el que aparece retratado en el cuadro; por eso el ambiente que puede verse es cotidiano y familiar.
Según el inventario redactado tras la muerte de Felipe IV (1665), el cuadro se hallaba entonces en su despacho, lugar para el que fue pintado. Estaba colgado junto a una puerta, y a la derecha se hallaba un ventanal. Se ha conjeturado que el pintor diseñó el cuadro expresamente para dicha ubicación, con la fuente de luz a la derecha, e incluso que lo pensó como un truco visual: como si el salón de Las Meninas se prolongase en el espacio real, en el sitio donde el cuadro se exponía.
En el incendio que destruyó el Alcázar de Madrid (1734), este cuadro y otras muchas joyas artísticas tuvieron que rescatarse apresuradamente; algunas se recortaron de sus marcos y arrojaron por las ventanas.[8] A este percance se atribuye un deterioro (orificio) en la mejilla izquierda de la infanta, que, por suerte, fue restaurado en la época con buenos resultados por el pintor real Juan García de Miranda.[9] El cuadro reaparece en los inventarios del nuevo Palacio de Oriente, hasta que fue trasladado al Museo del Prado. En 1984, en medio de una fuerte controversia, fue restaurado bajo la dirección de John Brealey, experto del Museo Metropolitano de Nueva York. La intervención se redujo más bien a eliminar capas de barniz que habían amarilleado y alteraban el efecto de los colores. El estado actual de la pintura es excepcional, especialmente si se tiene en cuenta su gran tamaño y antigüedad.[10]
[editar] Descripción
[editar] Personajes
La numeración de los personajes corresponde a la que aparece en la ilustración de la derecha.
- 1- La infanta Margarita, la primogénita de los reyes, es la figura principal. Era la única superviviente de los varios hijos, que fueron naciendo y muriendo, y que hasta la fecha habían tenido los reyes. La infanta Margarita fue la persona de la familia real más retratada por Velázquez, ya que desde muy joven estaba comprometida en matrimonio con un pariente materno, y se enviaban, cada cierto tiempo, retratos realizados por el pintor para informar a Leopoldo I sobre el aspecto de su prometida. Se conservan de ella sobresalientes retratos en el Museo Kunsthistorisches de Viena. La pintó por primera vez cuando no había cumplido los dos años de edad. Ese cuadro se encuentra en Viena y se considera como una de las joyas de la pintura infantil. Velázquez la presenta vestida con el guardainfante y la basquiña gris y crema (falda exterior con pliegues en las cadera); tiene cinco años y está acompañada de sus meninas y de otros personajes.[11]
- 2- Doña Isabel de Velasco, hija de don Bernardino López de Ayala y Velasco, VII conde de Fuensalida y Gentilhombre de Cámara de su Majestad. Contrajo matrimonio con el duque de Arcos y murió en 1659, tras haber sido dama de honor de la Infanta. Es la menina que está en pie a la derecha, vestida con la falda o basquiña de guardainfante, en actitud de hacer una reverencia.
- 3- Doña María Agustina Sarmiento de Sotomayor, hija del conde de Salvatierra y heredera del Ducado de Abrantes por vía de su madre, Catalina de Alencastre, que contraería matrimonio más tarde con el conde de Peñaranda, Grande de España. Agustina pleitearía por sus derechos a suceder en el Condado de Monterrey. Es la otra menina, la situada a la izquierda. La Infanta ha pedido un poco de agua para beber y doña María Agustina le ofrece una bandeja con un búcaro; es decir, una vasija hecha de arcilla porosa y perfumada que refrescaba el agua. La menina inicia el gesto de reclinarse ante la real persona, gesto propio del protocolo de palacio.[12]
- 4- Mari Bárbola. Entró en Palacio en 1651, año en que nació la Infanta y la acompañaba siempre en su séquito, «con paga, raciones y cuatro libras de nieve durante el verano».[13] Es la enana hidrocéfala que vemos a la derecha.
- 5- Nicolasito Pertusato, enano italiano, está a su lado y aparece golpeando con su pie a un mastín pintado en primer término, con aire tranquilo. Nicolasito llegó a ser ayuda de cámara en Palacio.
- 6- Doña Marcela de Ulloa era la Camarera Mayor (o guarda mayor de la princesa), viuda de don Diego de Portocarrero y madre del famoso cardenal Portocarrero. Antes había servido a la condesa de Olivares. Está colocada en la pintura detrás de doña Isabel. Va adornada con tocas de viuda.
- 7- El personaje que está a su lado, medio en penumbra, es un guardadamas, pero no lo menciona Palomino en su relato, aunque los estudios recientes aseguran que se trata de don Diego Ruiz Azcona, prelado vasco de familia hidalga que fuera obispo de Pamplona y arzobispo de Burgos, ostentando el cargo de Ayo de los Infantes de España.
- 8- Don José Nieto Velázquez (tal vez pariente del pintor) es el personaje que se ve al fondo del cuadro, en la parte luminosa, atravesando el corredor por un vano cuya puerta abierta nos muestra los típicos cuarterones tan de moda en aquellos tiempos. Este señor fue jefe de la Tapicería y Aposentador de la reina. Como dice el crítico de arte Harriet Stone, no se puede estar seguro de si su intención es entrar o salir de la sala.[14]
- 9- A la izquierda y delante de un gran lienzo, el espectador ve al autor de la obra, Velázquez. Está de pie y mantiene en sus manos la paleta y el pincel, en una actitud pensativa, como si examinase a sus modelos antes de aplicar otra pincelada. Está trabajando rodeado de unos personajes cuya identidad se conoce.
- 10 y 11- Felipe IV y su esposa Mariana de Austria, en la lejanía del cuadro, se reflejan en un espejo detrás del pintor. Los reyes están entrando en el aposento o quizá Velázquez está pintándolos. Se hallan "fuera del cuadro", más o menos en el lugar donde está el espectador. Es un truco que nos integra en la pintura, fusionando realidad y apariencia.
[editar] Otros elementos
En primer término se puede observar un perro, un mastín español; está en una actitud de reposo, sin inquietarse ni siquiera cuando siente el pie del enano Pertusato.
Por encima del espejo en el que se reflejan los reyes se ven dos cuadros. Son copias realizadas por Juan Bautista del Mazo de Minerva y Aracné, de Rubens, y Apolo y Pan, de Jacob Jordaens.[15] Ambos cuadros se hallaban efectivamente en dicho salón, según documentos de la época; pero se cree que Velázquez los reprodujo porque esconden alusiones a la obediencia debida a los reyes y al castigo que acarrea incumplirla. También representan, de una manera simbólica, la superioridad de las artes, un oficio noble, sobre el trabajo artesanal. En aquella época, Velázquez dedicaba esfuerzos para conseguir la distinción de caballero de la Orden de Santiago, ya que a los pintores en España se les trataba como simples artesanos, a diferencia de otros países (como Italia), donde los monarcas y pontífices les concedían el reconocimiento de grandes cortesanos.[16]
Velázquez nos presenta en esta obra la intimidad del Alcázar de Madrid, y con su maestría nos hace penetrar en una tercera dimensión: el espacio, plasmado más con luces y sombras que con líneas de perspectiva. Se suele decir que Velázquez llegó a plasmar la perspectiva aérea: que «pintaba el aire». Esto es así, ya que conoció libros de óptica y además observó el efecto que la distancia, la luz y demás agentes ejercían sobre las formas y colores. Hay que precisar que con su actual ubicación e iluminación en el Museo del Prado, Las Meninas no muestra plenamente dicho efecto, pues requiere una luz más tenue y focalizada, la habitual en los salones palaciegos. En 1984-89 la obra había estado en una pequeña sala bajo luces dirigidas, pero en 1990 (coincidiendo con la exposición antológica de Velázquez) fue cambiada de lugar en atención al incesante flujo de turistas y grupos guiados.
[editar] Teorías
A pesar de la gran cantidad de historiadores de arte que han buscado una significación definitiva, mientras no aparezca documentación concluyente, es preciso admitir que ninguna interpretación individual podrá dar respuesta a los problemas implicados en Las Meninas. Varios historiadores opinan que, como buena obra barroca, esconde varios mensajes solapados, que únicamente el público al tanto de los asuntos de la Corte podía captar.
La interpretación más fácil es describir la imagen como una escena habitual en palacio. Según Jonathan Brown, la escena representa el momento en que la infanta Margarita ha llegado al estudio de Velázquez para ver trabajar al artista. En algún momento antes de que suba el «telón» ha pedido agua, que ahora le ofrece la dama arrodillada a la izquierda. En el instante en que ésta le acerca a la princesa una pequeña jarra, el rey y la reina entran en la habitación, reflejándose en el espejo de la pared del fondo. Una a una, aunque no simultáneamente, las personas congregadas comienzan a reaccionar ante la presencia real. La dama de honor de la derecha, que ha sido la primera en verlos, empieza a hacer la reverencia. Velázquez ha notado también su aparición y se detiene en medio del trabajo. Mari Bárbola no ha tenido tiempo todavía de reaccionar. La infanta, que estaba mirando a Nicolasito Pertusato jugar con el perro, mira de repente hacia la izquierda, en dirección a los reyes, aunque su cabeza permanece todavía vuelta en dirección al enano. Esta es la razón del extraño efecto de dislocación entre la posición de la cabeza y la dirección de su mirada. Agustina Sarmiento, ocupada en servir agua a la princesa, no se ha dado cuenta todavía de la presencia de los reyes, lo mismo que le acontece a la señora de honor en conversación con el guardadamas, que acaba de percatarse.
A partir de tal descripción, empiezan a proponerse posibles mensajes o simbolismos. Uno de los más creíbles (por no decir evidente) es que Velázquez estaría reivindicando la nobleza de la pintura, lo cual obsesionaba a los pintores del siglo XVII.[15] En aquella época, la pintura era subestimada como una profesión sujeta a impuestos, como todas las que se dedicaban a los oficios artesanos. Esto no ocurría en Italia, donde los pintores eran tratados como creadores cultos; El Greco, que había trabajado en dicho país, vivió en sus carnes la poca estima que merecían los artistas en España. Velázquez querría proclamar la nobleza de su arte cometiendo una "osadía": se incluyó a sí mismo en un retrato de la familia real, ocupando un puesto destacado y relegando a los reyes a una imagen diminuta. Pero hay que precisar que la presencia de los reyes no es "real", sino un reflejo; los reyes están en la sala con el pintor, pero no a su lado sino a cierta distancia. De este modo, sin violentar el protocolo, Velázquez alardea de su posición en la Corte y reclama para la profesión de pintor un tratamiento acorde como servidor del rey. Como dice Tolnay:
La presencia tan destacada de la Infanta Margarita se ha interpretado como una alusión política, pues ella era la única descendiente con opciones de heredar el trono. Su hermana mayor, María Teresa, iba a casarse con el rey de Francia y eso la excluía del trono español. De acuerdo con esta situación, algunos sugieren que el reflejo de los reyes en el espejo es un símbolo de apoyo o ejemplo que la Infanta ha de tener en cuenta para su futuro. Finalmente, ella no heredó el trono, pues Felipe IV llegó a tener un heredero varón (Carlos II).
También se han interpretado algunos personajes como alegorías; así, la enana Mari Bárbola tiene una bolsa de monedas en las manos, elemento incongruente salvo que simbolizase la Codicia. El enano Nicolasito Pertusato, que molesta al perro, sería el Mal, importunando a la Fidelidad. Aunque esta interpretación parezca muy osada, es cierto que el Mal consta en tratados de iconografía como un personaje vestido de rojo, y el perro es símbolo de Fidelidad y de alerta ante los peligros. Hay que recordar, además, que Velázquez poseía libros de iconografía en su biblioteca, como el de Cesare Ripa;[18] incluso se sabe con certeza la edición que poseía, ya que antes de que pintara Las Meninas se hicieron seis ediciones de ese libro.[19]
[editar] Descripción de la obra
[editar] Estructura
En Las Meninas se puede estructurar el cuadro en diferentes espacios. La mitad superior de la obra está dominada por un espacio vacío, en el que Velázquez pinta el aire. Hay además, un espacio virtual hacia donde mira el pintor y en el que se supone que están los reyes o los espectadores. Otro espacio importante es el del punto de fuga del fondo del cuadro, muy luminoso, donde un personaje huye de la intimidad del momento. Un cuarto espacio es el pequeño espejo que refleja a los reyes; y finalmente, está el espacio delimitado por la luz dorada que se aprecia en las figuras de la infanta, las meninas, la enana y el perro. Son espacios reales y virtuales que conforman la realidad fantástica del cuadro.[20]
Una de las características principales de la pintura es su carácter misterioso que conduce a establecer diferentes principios de interpretación. El desacuerdo existe ya en la primera acción que está describiendo el cuadro. Las Meninas son:[21]
- Un retrato de la Infanta. La Infanta llama la atención de otras figuras, tiene una posición central en el cuadro y, además, existe una tensión especial en relación al foco brillante.
- Un autorretrato de Velázquez. El pintor aparece como una torre y destaca sobre las otras figuras de la pintura.
- Un retrato de grupo o familiar. Además, está presente la pareja real como un reflejo que surge de la superficie del espejo situado en la pared del fondo.[22]
Por otro lado, el hecho de que la mayor parte de las figuras miren hacia fuera del cuadro provoca que se distingan diferentes puntos de vista luminosos a partir de un foco al cual las figuras dirigen sus miradas:
- la pareja real que es mirada por el espectador;
- el espectador;
- el espectador que se considera en una superficie de espejo grande.[23]
También se formula la pregunta sin respuesta de qué cuadro estaba representando el pintor, cuadro del que el espectador solo ve la parte de atrás. Hay varias interpretaciones posibles:
- el pintor representa a la pareja real, que está en el área no visible;
- el pintor representa a la infanta;
- el pintor se representa a sí mismo;[24]
- el pintor está pintando este mismo cuadro, Las Meninas.[25]
[editar] Sección áurea y análisis de la obra
Muchos artistas del Renacimiento emplearon la sección áurea en sus dibujos, por ejemplo el gran maestro Leonardo Da Vinci. Ya en el año 1509 el matemático Luca Paccioli, publicó el libro De Divina Proportione[26] y en 1525 Alberto Durero publicó Instrucción sobre la medida con regla y compás de figuras planas y sólidas, donde describe cómo trazar la espiral basada en la sección áurea con regla y compás, que se conoce con el nombre de "espiral de Durero".[27] Velázquez, en la composición áurea de su cuadro Las Meninas, lo ordena con la mencionada espiral, cuyo centro está situado sobre el pecho de la infanta Margarita, marcando con ello el centro visual de máximo interés y el significado simbólico del lugar reservado para los escogidos, como era tradición en Europa, que el monarca ocupara el lugar central y de privilegio en las ceremonias.[28] No hay que olvidar que en el momento de la creación de la pintura, la infanta Margarita era la persona más indicada como sucesora al trono, ya que Felipe IV no tenía en ese momento ningún hijo varón.
El punto de fuga de la perspectiva está detrás de la puerta donde se encuentra José Nieto; precisamente, allí es donde va la vista en busca de la salida del cuadro; la gran luminosidad existente en este punto provoca que la mirada se fije en ese lugar.
A pesar de los siglos que han pasado desde que se pintó, la calidad técnica del cuadro, con el tratamiento de la textura fina y las pinceladas que parecen compactas aplicadas con una gran maestría, hace posible que no se observe casi ningún craquelado en todo el cuadro. Las medidas originales del lienzo, fueron ligeramente retocadas en una primera restauración en la que el cuadro se volvió a entelar. En el borde superior y el lado lateral derecho se puede detectar las señales que dejaron los clavos que fijaban la tela al bastidor; fue recortada por el lado izquierdo y se hizo un pequeño doblez para hacer posible la nueva sujeción. Parece que se perdió muy poco trozo de la orilla.[29]
Velázquez utilizó los blancos de plomo sin casi mezclas en diversos puntos del cuadro, como en las camisas, los puños de Mari Bárbola o la manga derecha de Agustina Sarmiento; lo hizo con un toque rápido y decidido que consigue el reflejo de las vestiduras y adornos, como en el caso de la infanta Margarita o en la camisa del propio pintor. En los cabellos de la infanta y en sus adornos, también se aprecia el arte de la pincelada del maestro. En las cuatro figuras femeninas del primer término se observa un tratamiento similar; los vestidos denotan la categoría y la clase de tela de cada uno de ellos. En el caso de Nicolasito Pertusato, la definición queda más desdibujada. Velázquez empleó toques de lapislázuli sobre todo en el vestido de Mari Bárbola, y lo hizo con objeto de conseguir reflejos en el color profundo de este vestido.[30]
[editar] Espejo y escenas reflejadas
La estructura espacial y la posición del espejo están dispuestas de tal manera que parece que Felipe IV y Mariana se encontraran delante de la infanta y sus acompañantes, con el observador del lienzo. Según Janson, no solamente la infanta y sus sirvientes están presentes para distraer a la pareja real, sino que la atención de Velázquez se concentra en ellos mientras pinta su retrato.[31] Aunque sólo se pueden ver reflejados en el espejo, la representación de la pareja real ocupa un lugar central en la pintura, tanto por la jerarquía social como por la composición del cuadro. La posición del espectador en relación con ellos es incierta. La cuestión es saber si el espectador está cerca de la pareja real o si los reemplaza y contempla la escena con sus propios ojos; es una cuestión que genera polémica. La segunda hipótesis es, para saber cuál es el objetivo de la atención de las miradas de Velázquez, de la infanta y de Mari Bárbola, que mira directamente hacia el observador de la pintura.[32]
En Las Meninas se supone que la reina y el rey están fuera de la pintura, y su reflejo en el espejo los sitúa en el interior del espacio pictórico.[33] El espejo, situado sobre el triste muro del fondo, muestra lo que hay: la reina, el rey y, según las palabras de Harriet Stone, las generaciones de espectadores que han venido a tomar el sitio que la pareja tiene en el cuadro.[34]
Los personajes reflejados en el espejo están elaborados de manera más rápida y con una técnica esbozada. Un espejo sobre el muro del fondo refleja los bustos de los reyes, que quizás estaban posando para ser retratados, y son sorprendidos por la visita de su hija y sus acompañantes. Una hipótesis alternativa del historiador H.W. Janson es que el espejo refleja la tela de Velázquez, tela que ya tiene pintada con la representación de los reyes.[35]
Probablemente Las Meninas han estado influenciadas por la tela de Jan van Eyck, El matrimonio Arnolfini. Cuando Velázquez estaba pintando Las Meninas, el cuadro de Van Eyck formaba parte de la colección de palacio de Felipe IV y Velázquez, sin duda, conocía muy bien esta obra.[37] En El matrimonio Arnolfini de manera similar, hay un espejo en la parte posterior de la escena pictórica, que refleja dos personajes de cara y una pareja de espalda. Aunque estos personajes son muy pequeños para poder ser identificados, una hipótesis es que una de las imágenes corresponde al pintor, justo en el momento de entrar a pintar. Según Lucien Dällenbach:
El espejo del cuadro tiene una medida de unos treinta centímetros de altura, y las imágenes del rey y la reina están, de manera intencionada, difusas. Jonathan Miller se hace la pregunta:"¿Qué tendríamos que pensar de las caras difusas del rey y la reina en el espejo? Es poco probable que fuese debido a una imperfección en la óptica del espejo; de hecho, se quiere mostrar este efecto de la imagen del rey y la reina". Un efecto similar está presente en la Venus del espejo, el único desnudo que Velázquez realizó; la cara del personaje se desvanece en el espejo, más allá de todo realismo. El ángulo del espejo es tan fuerte que "aunque normalmente sea descrita como que se está mirando en él, está de manera desconcertante mirándonos."[39] De manera humorística, Miller también comenta que, además del espejo representado en Las Meninas, podemos imaginar la existencia de otro espejo que no aparece en el cuadro, sin el cual hubiera sido difícil que Velázquez se hubiera podido pintar a él mismo, autorretratándose.[40]
Numerosos aspectos de Las Meninas están relacionados con otras obras procedentes de Velázquez, donde se utiliza y juega con los mismos recursos. Según López-Rey, aparte de El matrimonio Arnolfini, el cuadro que más se acerca a Las Meninas es el Cristo en casa de Marta y María, tela que Velázquez pintó en 1618, unos cuarenta años antes, en Sevilla; en este cuadro se puede detectar una imagen en el fondo como si fuera una ventana que da a otra habitación, o que también puede ser un espejo.[41]
En 1964, antes de la restauración del Cristo en casa de Marta y María, numerosos historiadores de arte veían la escena que parece incrustada arriba, a la derecha del cuadro, como si fuera reflejada en un espejo, o como si fuera otro cuadro colgado en la pared. Este debate ha continuado, parcialmente, después de la restauración, aunque según la National Gallery de Londres, que es donde está expuesto el lienzo, Cristo y sus acompañantes son visibles solamente a través de una ventana que da a una habitación continua.[42] [43] Los vestidos que aparecen en ambas habitaciones son también diferentes; los vestidos de la escena principal son contemporáneos a Velázquez, mientras que los de la escena donde se encuentra Cristo utilizan los convenios iconográficos tradicionales para las escenas bíblicas. En Las hilanderas, cuadro pintado probablemente un año después que el de Las Meninas, aparecen representados dos escenas de Ovidio: en un primer plano, con vestidos contemporáneos y en el plano posterior, con vestidos antiguos. Según la crítica Sira Dambe, "en esta tela, los aspectos de la representación son tratados de manera similar a los de Las Meninas."[44]
[editar] Opiniones
- El pintor barroco Luca Giordano en 1700 dijo que representa la «teología de la pintura».[45]
- El filósofo Théophile Gautier en el siglo XIX a la vista de la pintura exclamó la famosa frase: «¿Dónde está el cuadro?»[46]
- Thomas Lawrence, uno de los mejores retratistas ingleses de la generación del siglo XIX, la calificó como la «filosofía de la pintura».[47]
- Stirling-Maxwell, dentro del libro Annals of the Artists of Spain del año 1848, compara «... el realismo de Las Meninas con una fotografía, un anticipo del invento de Daguerre».[48]
- El gran pintor del impresionismo Édouard Manet, después de una estancia en Madrid el año 1865 y visitar durante unos días el Museo del Prado, expresó su sorpresa delante la obra del pintor español con la que se identificaba por la sutileza de su cromatismo y la clave de arte moderno que se abre con su obra.[49] Con esta impresión escribió a su amigo, el pintor Henri Fantin-Latour, realizando el siguiente comentario: «Velázquez, por si solo justifica el viaje. Los pintores de todas las escuelas que le rodean, en el museo de Madrid, parecen simples aprendices. Es el pintor de los pintores».
- José Ortega y Gasset, en su libro Papeles sobre Velázquez, deja escrito: «El tema de Velázquez es siempre la instantaneidad de una escena. Nótese que si una escena es real consta, por fuerza, de instantes en cada uno de los cuales los movimientos son distintos.»
- Raffaello Causa, en la monografía dedicada a Diego Velázquez de la Pinacoteca de los Genios del año 1965, describe Las Meninas de esta manera: «Una serie de retratos reunidos en un sugestivo cuadro de conjunto, que es como una ventana abierta de par en par y, de golpe, a la rigurosa etiqueta de palacio. Todos los personajes que rodean a la infanta Margarita han estado identificados; a la izquierda está el autorretrato del pintor.»
- También en una modalidad filosófica se encuentra la interpretación publicada en 1966 por Michel Foucault en su texto sobre Las Meninas, como un ensayo de introducción en su libro Les mots et les choses. Foucault considera la pintura como una estructura de conocimiento que invita al observador a participar en la representación dentro de otra representación.[50]
- En el año 1980, los críticos Snyder y Cohn observaron:
[editar] Influencia de Las Meninas de Velázquez
El primer seguidor de Velázquez fue sin duda su yerno Juan Bautista del Mazo, pintor de cámara de Felipe IV el año 1661. En el retrato de la infanta Margarita de Austria de 1666, en el plano posterior se puede apreciar la colocación de Carlos II y la enana Mari Bárbola en una escena similar a la de Las Meninas de Velázquez.[52]
También la ambientación y la disposición de los diversos elementos de su obra La familia del pintor Juan Bautista Martínez del Mazo, en la que representa a toda su familia y personal de servicio, remite sin duda a Las Meninas.
Luca Giordano, conocido como Lucas Jordán, en 1700, después de su viaje a Madrid, donde admiró el cuadro de Las Meninas, realizó una pintura con el título Homenaje a Velázquez que se conserva en la National Gallery de Londres.[53]
Francisco de Goya y Lucientes, fue un pintor fuertemente influenciado por la pintura de Velázquez. Cuando entró a trabajar en la corte española, tuvo acceso a las colecciones de pintura de la corte, y en 1778 publicó una serie de aguafuertes en la que reprodujo cuadros de Velázquez. También en el año 1800 realizó el retrato de La familia de Carlos IV donde, en un acto de homenaje al pintor de Las Meninas, Goya se autorretrata mirando hacia el espectador a la izquierda de la familia real, se acerca en esta pintura a la instantánea fotográfica, como ya había hecho en el cuadro La familia del infante don Luis del año 1784, en la que también se autorretrata en la parte izquierda como Velázquez.[54]
El pintor de los Estados Unidos, John Singer Sargent, en sus retratos estuvo influenciado por Velázquez, pero la obra con la que más se acerca al gran maestro es el cuadro Las hijas de la familia Boit, realizado en 1882, donde intenta captar el aire del interior como en Las Meninas. Se conserva en el Museo de Bellas Artes de Boston.[55]
Salvador Dalí en sus últimas obras cada vez se acercaba más a los grandes maestros que siempre admiró, entre los que se encontraba Velázquez. En el año 1973, su pintura Cuadro estereoscópico inacabado, consigue la multiplicación del espacio a través de un espejo donde también aparece su autorretrato en clara alusión a Las Meninas.[56]
Gran número de artistas han realizado obras a partir de Las Meninas, por tanto se puede decir que sus obras han estado influidas por Velázquez, entre los que destacamos: Richard Hamilton,[57] Cristóbal Toral, Antonio Saura, Equipo Crónica, también escultores se han unido con obras relacionadas como Jorge Oteiza en el 1958 con la escultura Homenaje a Las Meninas, Las Meninas de la serie Entretenimientos en el Prado de Pablo Serrano o Las Meninas de Manolo Valdés. Todos estos artistas han estado reunidos para una gran exposición en el Museo Picasso de Barcelona con el nombre Oblidant Velázquez Las Meninas durante el año 2008.[58]
Famosa es la frase de Picasso dicha en 1950 a su amigo Sabartés en una conversación sobre arte:
Picasso, seducido por Las Meninas, que ya le habían llamado la atención cuando era joven, el 17 de agosto de 1957, comenzó a trabajar en Cannes en la elaboración de una serie con 58 interpretaciones de la obra de Las Meninas, que terminó en el mes de diciembre del mismo año. En la primera interpretación pintó la escena completa y sin color, solamente con grises; a Velázquez lo representó con una medida mucho más grande, su cabeza llega a tocar el techo y destaca sobremanera en su pecho la cruz de la orden de Santiago. Los rostros de las meninas Agustina Sarmiento e Isabel de Velasco los hace con trazos angulosos que contrarrestan con las caras redondas de la infanta Margarita y a los enanos Mari Bárbola y Pertusato. Marcela de Ulloa y su acompañante Diego Ruiz Azcona los muestra como personajes fantasmagóricos puestos dentro de una especia de féretros. Resalta los ganchos del techo que en Velázquez pasan casi desapercibidos, simplemente son ganchos para las lámparas y en la versión de Picasso los destaca dando la sensación de sala de torturas. Otra variante es la abertura de las contraventanas de todos los ventanales de la habitación palatina. Es prácticamente de estilo cubista. El 30 de diciembre de 1957 Picasso concluye la serie de Las Meninas con el retrato de Isabel de Velasco.[59]
En el año 2004, la artista de vídeo Eva Sussman filmó 89 Segundos en el Alcázar, un cuadro vivo de alta definición de vídeo inspirado en Las Meninas. El trabajo es una reconstrucción en 89 segundos del momento en que la familia real y sus cortesanos habrían venido justo hasta la configuración exacta de la pintura de Velázquez. Sussman contó con un equipo de 35 personas, incluyendo un arquitecto, un diseñador, un coreógrafo, un diseñador de vestidos, actores, actrices y un equipo de rodaje.[60]
El escritor irlandés Oscar Wilde se inspiró en Las Meninas para escribir su cuento El cumpleaños de la infanta.
El dramaturgo Antonio Buero Vallejo escribió en 1959, una obra de teatro: Las Meninas, estrenada en el Teatro Español de Madrid el 9 de diciembre de 1960, bajo la dirección de José Tamayo.[61]
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